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Lorena Ventimiglia

Nos recibe la casa al frente, escoltada por un patio con una vegetación frondosa, plantada por ella casi en su totalidad. Al final se encuentra el taller, desde donde se divisa el jardín por la ventana. Es que Lorena Ventimiglia divide su tiempo entre la pintura y la jardinería y asegura que el proceso de la naturaleza también aplica a su obra. 

“Tengo mis procesos naturales con relación a los materiales industriales que uso”, explica. En su devenir como artista visual pasó del óleo al acrílico, al retrato blanco y negro, y al color por tonos. En 2003 le encargaron retratos de los monarcas para formar parte de la Colección Real Española. Trabajó por encargo hasta que se saturó. Desde hace doce años produce exclusivamente con esmalte sintético y busca retratar sus paisajes interiores. “El esmalte es muy sensual, muy suntuoso, ya la pintura sola. Me gusta ir a la ferretería, llevar el producto industrial a las Bellas Artes”, confiesa. Lo sintético no solo se ve en el esmalte, sino también en la síntesis que significa su obra: puro color, materia y forma geométrica.

Lorena se mueve entre volúmenes de pintura pura que contrarían la gravedad y busca constantemente expandir el límite del material. “Empecé pintando líquidos, con pincel tradicional. Investigando, surgió la idea de crear la capa de una piel que resista su propio volumen. A partir del tiempo de espera del material pude encontrar una cosa más escultórica, no tan plana”, explica. Las pinturas pueden dividirse en diferentes estadios de representación: el de la suspensión, y el de la recuperación y fosilización.“Es un proceso que es un gesto: un volcado y después esperar. Es muy minucioso y lento. Una gota grande tarda nueve meses hasta que está lista. Como una sedimentación. En un momento es líquido y es la sensibilidad de encontrar la piel, para que cuando la levantás no se rompa toda. Es un trabajo de muchos años de conocer el material”, señala.

“El esmalte es muy sensual, muy suntuoso, ya la pintura sola. Me gusta ir a la ferretería, llevar el producto industrial a las Bellas Artes”

El taller, que alguna vez tuvo piso blanco, está teñido por el esmalte que cae al piso, mientras pinta. Su inspiración nace tanto de la naturaleza, como de la literatura. Pero también de la misma práctica. “El accidentes es parte constitutiva de mi obra. La primera figuración freak tenía toda una base conceptual en Oliver Sacks (autor de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero): ver cómo las personas con daños cerebrales construyen las imágenes. Ahí empecé. Pero esa pintura se corrió de casualidad, sedimentó y se hizo una pelota”, relata. Así nació la serie de gotas y, posteriormente, de fósiles con sobrantes de otras obras.

Su erudición y curiosidad se nota en las constantes referencias a libros, autores y otros artistas. Para Lorena, el arte es comunicación: “En el sentido poético de reflejo de realidades. Crea subjetividades, da sentido. Laiseca tiene una frase espectacular que le preguntan para qué sirve el arte y él dice ‘Para que funcione todo lo otro’. No se puede decir más”.

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