SOFIA MASTAI #ARTISTAS EN FOCO

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Artista Sofía Mastai

Nació en Barcelona y estudió Diseño de Indumentaria, pero recién en 2012 tuvo su primer contacto con el mundo del arte. Para Sofía Mastai, la pintura fue un quiebre en su vida. Es su medio de comunicación para transmitir lo que no se puede poner en palabras.

“El arte es vida. Es la razón que me mantiene viviendo”, afirma. “Llegó como una necesidad. Por eso amo pintar. Para mí es un ir y venir entre la muerte y la vida. Hoy elijo vivir, pero durante mucho tiempo estuve con muerte en vida”, relata. La pintura se convirtió en su profesión, le dio un lugar de pertenencia y amistades: “No quiero trabajar de otra cosa. Me encanta venir al taller. Entro en un lugar donde el error es válido, no hay nada que esté bien o mal”. El taller, un departamento en Microcentro, alberga esa vitalidad con grandes ventanales y luminosidad.

“El arte es vida. Es la razón que me mantiene viviendo”

Su pintura es catártica. Se ve en la gestualidad y expresión de sus pinceladas brutalistas, trazos esgrafiados, y grafitos punzantes. Llama la atención el tamaño de su obra, que se luce gracias a los techos altos del taller. El gran formato permite que en sus trazos se vea el movimiento del propio cuerpo. “Siempre pinté en el piso. Con esta nueva serie empecé a pintar en la pared, con pincel. El gran formato está relacionado con la inmensidad. Algo que sea más grande que yo, que no pueda controlar ni manejar. Algo que se note y no pase desapercibido”, explica.

No hay reglas en su obra. La mezcla de materiales, colores, el formato indeterminado, e incluso la decisión de no embastar algunas son una suerte de rebeldía. Las telas cuelgan sin marco en las paredes blancas. “Me encanta que mis pinturas estén como tapices. La tela grande bien colocada me encanta”, confiesa. Sofía cuenta que su punto de partida es ver a otros pintores. Entre sus referentes se encuentran Picasso, De Kooning y, recientemente, Tracey Emin. Otro punto de partida es el color y el tamaño, y lo que le va sucediendo en el momento. “Tengo una necesidad constante de reinventarme. Lo bueno de las muestras es que al verlas desde afuera, termino muy vacía. Enseguida necesito retomar con algo que me desafíe. Cuando le encuentro la mano de que va por ahí, ya necesito otra cosa”, señala.

«Lo que me interesa es hacer un buen trabajo y que la persona que lo vea se conmueva, se sienta movilizada. No me interesa la cosa liviana»

Hace poco empezó a estudiar escultura y a virar del arte abstracto al figurativo. “Había hecho  27 obras y me pregunté qué iba a hacer, porque había quedado bastante cansada. Vi a Emin, que me fascinó, y empecé a investigar. Arranqué clases de dibujo y a pintar figurativo”, afirma. El estudio de la figura humana también la acompaña en un proceso de autoconocimiento sobre su cuerpo, mediante la alquimia femenina, a raíz de un tratamiento de fertilidad. La cuarentena la obligó a olvidarse de las muestras y meterse en el taller. “Por primera vez pude hacer lo que realmente tenía ganas, sin pensar en la mirada”, afirma. Así nació la nueva serie de cuadros. “Lo que me interesa es hacer un buen trabajo y que la persona que lo vea se conmueva, se sienta movilizada. No me interesa la cosa liviana”, sentencia.

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