En la obra de Pablo Frezza se ve el juego y la experimentación. “El arte para mí es un lugar donde soy libre y donde no existen reglas ni leyes. Es donde puedo expresarme con los materiales que quiero”, afirma. Trabaja en taller con obras de distinto tamaño y técnica. En sus pinturas se aprecia esa libertad y la apertura a lo imprevisto, la aleatoriedad del gesto, que rechaza el control.
Es que hay algo de lo lúdico que trae desde sus inicios con el arte. Encuentra el punto de partida en el jardín de infantes, donde era el que mejor dibujaba entre sus amigos. Después estudió arquitectura, donde aprendió herramientas de representación gráfica, luz y sombra, pero luego dejó para volver a ponerse “la camiseta de artista”. Así, se recibió en Curaduría y Gestión de Arte en ESEADE. “Me gusta mucho la aleatoriedad de los materiales. Yo creo que los materiales se expresan solos y el artista es nada más que un ejecutor. Muchas veces, empiezo con una idea y termino con otra mucho mejor que no tiene nada que ver. Eso es lo que me gusta del error y la aleatoriedad”, explica.
“El arte para mí es un lugar donde soy libre y donde no existen reglas ni leyes. Es donde puedo expresarme con los materiales que quiero”
La pintura fluye libremente generando formas orgánicas y geométricas. La convivencia entre el error y lo premeditado se ve en los materiales que se gastan y rompen, dejando a la luz capas y texturas diferentes. “Ahora estoy trabajando una serie de pinturas cromáticas de gran formato con un color plano, pero una vez que te acercás se ven un montón de texturas y tonos de ese mismo color. Entonces, juego mucho con la distancia del espectador y con la carga matérica de la obra. Busco transmitir la total libertad del espectador frente a la obra, que pueda desnudarse de alguna manera y no estar condicionado por ninguna idea previa”, relata.
Entre sus influencias reconoce a Alberto Greco, Robert Rauschemberg, Joan Mitchell, Eduardo Basualdo, entre otros. En sus pinturas se observa el peso del informalismo, el expresionismo abstracto, el de collage y el arte callejero. “Tengo muchas técnicas diferentes y es difícil encasillarme en una. Manejo el transfer y el collage. Me gusta mucho usar pinturas que ya están secas, romperlas, mojarlas y volver a integrarlas a la obra”, reflexiona. Sin embargo, hay un punto en común: la no figuración. No poder identificar formas en la obra es su objetivo. “Me gusta que no haya nada, que sea un gran vacío intenso”, asegura.
“Tengo muchas técnicas diferentes y es difícil encasillarme en una. Manejo el transfer y el collage. Me gusta mucho usar pinturas que ya están secas, romperlas, mojarlas y volver a integrarlas a la obra”
Perteneciente a la generación millenial, Pablo encuentra su inspiración en la naturaleza y en la calle. “Me gusta mucho todo lo que está gastado por el tiempo, las paredes viejas. Y también la fotografía. Por lo general, cuando veo una linda foto suelo acordarme de la paleta esa y llevarla a un cuadro”, cuenta. Sus obras participaron de muestras colectivas e individuales y hoy están en colecciones privadas.
“Cuando estoy creando siento que estoy en otra dimensión, en la que el tiempo se detiene. Yo estoy al mando de lo que pasa en ese gran lienzo blanco vacío”, sostiene.