Como un cazador, Sergio Bazán no pierde de vista a su presa. Observa y observa, todo lo que está a su alrededor y lo que se le presenta. Con el ojo entrenado de quien hace ya años que hizo de esto su profesión, su obra va surgiendo de todo lo que lo estimula, lo que solo su ojo ve.
Desde los 10 años cuando en el taller de pintura copiaba las tapas de revistas o discos, nunca dejó de pintar, salvo un paso que tuvo por la escultura para experimentar con el volumen, pero volvió a la pintura buscando otro tiempo y otras posibilidades de aproximarse y modificar la obra. El pincel y los óleos son sus mejores aliados.
«La pintura tiene un lenguaje para crearla, para observarla y me interesa mucho transmitir eso, sobre todo a los jóvenes. Les paso música, van al teatro, vamos a muestras… Es un caldo donde estamos todos»
En 1991 entró a la primera edición de la Beca Kuitca, con cierta inseguridad sobre qué era eso que estaba haciendo pero con la sensata premonición de que aquel espacio se convertiría, con los años, en la gran vidriera del arte contemporáneo de Argentina. Durante tres años compartió esta experiencia en el taller de La Boca junto a Magdalena Jitrik, Alfredo Londaibere, Graciela Hasper, Fabian Burgos, Monica Scherz entre otros, y fueron años decisivos para su trabajo como artista.
Quizás como un mal de estos tiempos, en los que tenemos ocho ventanas de internet abiertas mientras usamos el celular e intentamos, al mismo tiempo, terminar un trabajo el cual debiéramos entregar hoy, a Bazán le queda cómodo y le gusta trabajar en varias series de trabajo en simultáneo. Va y viene entre una idea y la otra, como las olas en un mar de tormenta. Trabaja de tarde o de noche, con luz tenue, en su taller de Belgrano R. Cuando lleva sus cuadros a exposiciones, la luz de sala o incluso la luz del sol le develan manchas y detalles que no había visto antes y que le fascinan. Como un redescubrir de su propia obra, iluminada.
«El arte es algo que una vez que te muerde cagaste»
En su estudio, atrás de su mesa de trabajo, una pila de CDs y un viejo reproductor de esos que ya no se encuentran en las casas, deschavan a un fanático: la música es su gran musa inspiradora. A nivel casi obsesivo, las partituras entran en sus pinturas y se apoderan de su pincel. “Me interesa mucho la composición en la música. Cuál es la imagen visual, las coloraturas, las capas de música”, explica Bazán. Y su repertorio va desde Marta Argerich y la música clásica impresionista hasta Prince cuando está más eufórico. “La música es la droga sin contraindicaciones… Por ahora…”, aclara.
Maestro de muchos, ir al taller de Bazán para un artista es como hacer una carrera de grado en cada clase. Con respeto, en sus clínicas y talleres trabaja más la mirada sobre las cosas que el marcar un estilo. “Que cada uno cante su canción con los acordes que trae”. Sobre el arte, el Maestro Bazán es claro y sin anestesia, como con casi todo en su vida: “El arte es algo que una vez que te muerde, cagaste”. Y agrega que toda expresión de arte tiene que ver con sumar a nuestro paso por esta vida un estado más pleno de vivir. Y esa bandera es la que lleva tatuada y la que expande a sus alumnos, a sus amigos, y a sus hijos, que son muchos.
«Hay un estado mas pleno de vivir. Ya sea que pintes, leas o escuches música, son cosas que se vuelven a favor de la vida»