No resulta tan raro escuchar a Juliana Iriart contándonos que su primera aproximación al arte fue por el lado de la danza, cuando tenía 4 años y le pidió a su madre que quería bailar. El cuerpo físico, esto de poner el cuerpo, hoy es parte importante de su trabajo.
Luego de estudiar arte en la Escuela de Artes Visuales de Mar del Plata, su ciudad natal, Juliana viajó a Buenos Aires donde realizó residencias varias, ganó algunas becas y decidió al tiempo mudarse a la capital. “Mi familia siempre me apoyó un montón, elegí el camino que quise” explica. También estudió para ser docente, tarea que ejerce todavía y que le ha dado gran capacidad de oratoria y de poner sus ideas en papel.
Trato de que esto esté presente en los días. Por eso es que apunto, más que mi trabajo le guste a alguien, que lo corra de nuestra lógica del día de cada uno. Tomar consciencia de que no hay nada por sentado y de que las cosas cambian constantemente.
En este camino de ser artista full time, Juliana trabajó muchos años en otras cosas que no tenían absolutamente nada que ver con el mundo del arte pero que lo nutrieron. De allí surgió su serie de retratos que realizó mientras trabajaba en un mostrador de atención al cliente. “Simulaba estar atiendiedolos pero en realidad los estaba retratando: con mis compañeras, todas veiamos un retrato de alguien que no sabía que estaba siendo retratado”. Con la herramienta más básica de dibujo de una computadora, el Paint, Juliana capturaba la escencia de los clientes que venían a hacer consultas varias. Todos esos retratos devinieron en un libro y luego en otra serie de acciones como la que realizó en la edición XX de arteBA donde retrató con la misma técnica al público que se acercaba a su mesa.
Hoy sus días se suceden entre Chascomús, el sitio que eligió para vivir junto a su hijo de 8 años, y La Boca donde tiene su taller. “En casa trabajo con la parte más teórica de mi trabajo que tiene que ver con textos o preparar muestras y avanzo sobre mi obra. Y en mi taller trabajo sobre la obra más grande, tengo más espacio”, explica.
El arte para mi es el mejor modo en que el uno puede llegar a vivir. Es como traer algo de lo atesorable que es estar vivo al presente cada día.
En cuanto a su día a día, Juliana explica que trabaja con varias series en simultáneo. Algunas más largas como la serie donde retrata árboles y otras más cortas como el libro de León Alado que son unas 100 tintas que realizó durante un viaje en un formato que sabía que podía guardar en una valija. Las circunstancias muchas veces hacen que su trabajo se adapte al entorno. Su serie de Lanzamientos es tal vez la más performática que se trata de arrojar desde lo alto de un edificio, papeles de colores. Más que performance ella prefiere llamarlos acciones. “Es algo pequeño que como se observa como tal se define como una performance. Desde hace mucho tiempo que uso el cuerpo en mi trabajo y me gusta que el que está ahí se de cuenta de que su presencia define el entorno, porque es así en la vida misma, no?”, reflexiona.
Para mi el arte es como un resaltador, cómo singularizar lo particular de estar vivos.
Si bien sus materiales principales son el papel y las pinturas, Juliana explica que construye con lo que tiene al alcance. “El hacer en mi trabajo no encuentra impedimentos por una cuestión de que sean inaccesibles los materiales”.
“Tengo prendido el boton de atención siempre. Y por eso llega la inspiración”, detalla. El vínculo entre las personas es parte fundante de su trabajo. “Es como si le tiraras un líquido de un color a un fluido y entonces se revelan cosas. Trato de que cada parte de mis vínculos con el entorno tenga ese líquido que me revele posibilidades diferentes”, nos explica. Y agrega: “Para mi eso es el arte, tiene una responsabilidad social que parece inútil pero que para mi es muy valiosa”.