A Andrés las obras le suceden… Su cabeza las crea y luego, simplemente, suceden. La idea primero, la materialidad después, o el objeto primero y el concepto después, su necesidad de crear no lo deja tranquilo, ni siquiera en sus sueños. Juguetes, muñecos, espejos y figuritas, lo vintage aparece en su obra como instalaciones al mejor estilo dadaísta, con objetos de la vida que lo rodea que conservan cierta cotidianeidad y lo conectan con su niñez, la casa de su abuelo, su infancia vivida en Estados Unidos y su adolescencia en Buenos Aires.
“Mis germinadores son los objetos o cosas que tengo a mano y se unen, con suerte, y van ganando un nombre”
Autodidacta, el arte estuvo siempre presente en la vida de Andrés. Dede su pulsión por dibujar cuando niño hasta los talleres de arte en el secundario, el taller con Carlos Gorriarena, su paso por Diseño de Imagen y Sonido y su círculo de amigos con los que organizaban muestras y clínicas. Con un padre empresario, su destino de artista se le hizo cuesta arriba. Su camino parecía una nebulosa sin salida pero Andrés decidió dejarse llevar por lo que lo tiraba y, cuando conoció en 1996 la obra de León Ferrari, comenzó su trabajo con objetos y desde entonces hasta hoy es, según su propia definición, un objetor de consciencia. El título de artista todavía le cuesta, por eso usa este que es un homenaje a uno de sus grandes maestros, André Breton, en una indagación constante. Sumado a esto, Andrés le gusta mucho la experimentación con la música y la literatura y su obra está muy relacionada con las letras. No existe una obra cuyo título no sea parte intrínseca de la obra misma. Sus referentes literarios son sobre todo los surrealistas, el Conde de Lautreamont, Alfred Jarry y los dadaistas. “Para mí el título de la obra es como la microliteratura. A veces se me dispara la idea y otras veces ya tengo los objetos y después aparece la idea o el nombre que lo cierra”, explica Toro. “Es una deuda que tengo con la literatura. Me gusta jugar y destruir”. Y el humor siempre presente. Como escudo quizás. Como arma de defensa. Como forma de adelantarse a las risas del otro. “El humor es un problema que nace de muy chico. Es una herramienta que uso muy conscientemente y que es parte de cómo trabajo y de cómo veo las cosas”, explica Andrés. Así, la serie Cielito Lindo por ejemplo que son trapos de piso intervenidos con nubes de lavandina, se ganó su nombre gracias a que fue una serie hecha para una muestra que realizó en la Ciudad de México. Cementerio su serie más grande se llama así porque son instalaciones como lápidas sobre moldes de cemento. Glacier es un happy accident como lo llama Andrés, una mesa de vidrio que mandó a hacer a medida y se rompió en tres pedazos exactos y se volvió glaciar. Inversión es la caja fuerte sin caja que hoy es parte de la colección Costantini. Materia Gris es el díptico que en realidad es blanco y negro y que hace alusión a cómo funciona la conexión cruzada del cerebro. El sueño de la casa propia es una instalación hecha con una cajita de jengibre de una navidad cuando vivía en Estados Unidos. “En el 96 cuando la hice no tenía casa propia”, agrega. Inminencia, la canilla con la gota de cristal que nunca cae. O Disneyworld, el sombrero de Mickey hecho con 3 kippas negros.
“Mis problemas son las rutinas. Desde que empecé a tener mas control sobre lo que hago mi forma de trabajo se adaptó a algo más caotico en lo aparente pero más cotidiano y constante. Todo el tiempo estoy pensando, anotando y juntando cosas prara obras que voy a trabajar en un momento u otro”
Su inspiración es constante. Desde un mal día, un tropezón o algo que no se espera, piensa sobre los pies pero su cabeza se mueve aún más rápido. “Me sigue ganando. Son cosas que ya ni controlo”, ensaya Andrés. Y así su obra lo atrapa y lo envuelve todo hasta casi no dejarlo respirar. Y como un científico, o un técnico eléctrico, trabaja en un pupitre de niño, rodeado de juguetes, piezas miniatura, de ayer y de hoy, sobre sus pequeñas catedrales ideológicas.
“Lo de artista siempre fue algo odioso. Mi viejo era empresario y yo iba para un lado que era una nebolusa y me dejé llevar por esa nebolusa”
“Mi primera aproximacion al arte fue muy temprano. Me gastaba todos los crayones, lapices, marcadores y papeles”