Un mundo luminoso rodea la mesa de trabajo de María Santi, donde la relación con los materiales se convierte en un diálogo que transforma al arte y a la artista. De esta conversación surgen ideas, imágenes y un proceso creativo que va trazando su propio rumbo: “Mi manera de trabajar empieza siempre con la práctica, en una acción y un hacer en vínculo con los materiales, pensando, probando -comienza María-. Y en esas pruebas y en esa investigación hay hallazgos, encuentros, desencuentros, fallas… Un camino que siempre es sinuoso, nunca directo ni unidireccional. En el vínculo con los materiales, con sus resistencias y posibilidades, aparecen la intuición, la materialidad y el pensamiento nace de lo que sucede en el taller: no es un pensamiento a priori. porque, para mí, la pintura es algo vivo, no algo inerte a donde yo llego. A partir de lo que va sucediendo construyo series, para seguir profundizando esa idea inicial. La pintura para mí es algo muy dinámico que todo el tiempo se está moviendo y es casi inasible”.
En el placer de sumergirse durante muchas horas diarias, a solas, los sonidos de la radio y los podcast son una compañía imprescindible: “Este vínculo con los materiales, de saber hacer o no saber hacer, de la resistencia del material y que los materiales no quieren hacer lo que yo quiero hacer: ¡todo eso me resulta muy interesante! Llevar adelante algo sin pretender que quede perfecto, sino que sea lo que tiene que ser, que aparezca lo que tenga que aparecer. Sigo pintando porque la pintura sigue proponiéndome intrigas, preguntas, intereses”.
En la conversación con lo material, no podía sino estar involucrado el cuerpo: “Tengo algo muy físico en la pintura -afirma-. Pinto telas de gran formato, y me interesa tener una superficie grande que abordar con mi propio cuerpo. Me importan mucho las maneras de moverme frente a la pintura. Siento que entreno, me gusta mucho mantener, hacer, sostener, hay algo de permanente, de constante en este hacer, y eso lo siento como un entrenamiento: las maneras de poner las manos, de agarrar los pinceles…”.
Con jornadas de ocho horas diarias en el estudio, Santi se concibe como “una trabajadora del arte, de la pintura. Con ella puedo ir hasta el fin del mundo o quedarme acá en mi casa sola, y todo eso es un viaje para mí. Pero también me interesa mucho cuando la obra sale de este espacio y va al encuentro con las obras de otros artistas, a dialogar con ellas, cuando participo de un salón, de un concurso, de una exposición, porque esos vínculos entre las obras de los demás y la mía, las palabras de los otros, lo que dicen los otros artistas y espectadores, me lleva a una construcción de pensamiento, reflexiva. Me informa no sólo de cómo seguir, sino de cómo influye la obra en el otro. Si no, creo que uno estaría muy solo con sus propios pensamientos”.
El paisaje es otro interlocutor fundamental para María Santi. Distintas residencias de artista en Berlín, Leipzig, Finlandia y San Petersburgo le abrieron horizontes donde la visión se amplía no sólo hacia afuera, sino que se extiene gracias a la posibilidad de “tener todo el tiempo del mundo para trabajar sólo para mí (que es un montón cuando se es mujer y se tiene muchas actividades vinculadas a lo familiar), para pensarme como pintora o artista visual y para compartir tiempo, miradas y los procesos artísticos de otros artistas que trabajan sobre video, fotografía, instalaciones, y que van enriqueciendo la propia práctica, la propia perspectiva”.
María ejemplifica con una experiencia en San Petersburgo: “Allí estuvimos con una artista danesa que trabaja con el sonido. algo muy inasible para mí que soy tan material. Y fue muy interesante porque nos tratábamos de comunicar en inglés, pero la fonética era muy diferente y estábamos solas en una casa enorme en una isla, unida a San Petersburgo por un puente. Entonces se nos ocurrió hacer una obra que se llamó Landwish (Land=tierra, wish=deseo), sobre el deseo de comunicarse y entenderse en profundidad”.
Lectora ávida de libros de arte, de ficción, de filosofía, “el arte -y la pintura en particular- son para mí una manera de vivir, de estar en el mundo, una perspectiva de la humanidad. Creo que el arte es lo que permanece, desde las pinturas rupestres hasta la actualidad. Lo demás va cambiando, pero el arte nos atraviesa a los seres humanos, sin hacer diferencias. Nos involucra a través de algo material, pero nos lleva a otro lado”.
Alejandra Toronchik