“Soy Sergio Bosco: fotógrafo, artista visual, músico, acumulador serial de materiales encontrados en la calle y productor compulsivo”. Así se presenta este creador, mientras deambula en medio de los múltiples colores que habitan sus obras.
“Estudié en la Facultad de Bellas Artes de La Plata la carrera de Composición y orquestación y me dediqué toda la vida a hacer música. Pero desde adolescente ya pintaba, y me había quedado latente la pintura, la fotografía, como algo muy vivo, muy natural. Pero en un momento llegué a estar muy saturado con mi trabajo y un día me dije ‘tengo que volver a las fuentes’, a lo más sincero que yo tenía adentro. Y volví a pintar, como cuando era chico, y era pura felicidad. De hecho lo que hago ahora es muy parecido a lo que hacía antes.
Empecé el taller de Agustina Nuñez y ella fue un gran motor, porque me ayudó a liberar todo esto. Me dio mucha fuerza. Fue como buscar la esencia. Algo liberador y también de mucha introspección. Cuando pinto es algo improvisado, natural y simple: el color puro, la vibración del color, las formas, y plasmar ese estado en la obra. Busco más la conexión con la obra que algo conceptual”.
La música sigue presente en su obra, y en un dibujo característico que acompaña sus producciones: el loop. “El loop es una repetición en música, y me pareció algo muy simple en lo gestual: lo tengo muy incorporado, hasta cuando pinto otras cosas, aparece también el loop, como cuando quiero expresar esa cosa intuitiva o muy gestual, aparece en la pincelada. Aunque trate de no hacerlo, aparece siempre, como la improvisación, porque cuando empiezo a pintar nunca sé qué va a pasar, pongo el papel y la pintura o el grafito y empiezo a improvisar. Me han dicho que mis obras tienen algo de musical, como partituras”.
Emparentado con la idea de improvisar, Bosco propone una relación cotidiana entre orden y caos: “A veces empiezo una obra y veo que está muy caótica. Si ahí me digo ‘lo voy a corregir’ para este lado o para el otro, nunca termina siendo buena mi elección. Prefiero librarme a la intuición. Las veces que le pongo mucha cabeza, no funciona. De hecho, muchas veces me voy, dejo una obra que no me gusta y vuelvo al día siguiente y me encanta. Cuanto más caos, cuanta más libertad hay, me parece que me funcionan mejor las cosas. Ahora que aprendí ese mecanismo trato de dejar libertad total, caos. Y después, en frío, ver qué sirve y qué no sirve”.
Su trabajo cotidiano combina esa energía de la improvisación con cierta rutina imprescindible: “Mi día a día es venir al taller, buscar algún material para trabajar, papel, grafito, óleo. Trabajo mucho por eso que llaman ‘rachas’. El maestro Stupía decía que había que aprovechar esas rachas, que son como que viene una inspiración y se da en repetir mucho una cosa. Y sí, trabajo mucho con la repetición de series o de colores. Ahora estoy con el color azul, y usando muchos materiales que no tienen que ver con el papel. Por ejemplo estoy haciendo unas miniaturas con cajas de celulares y eso me llevó a despertar una fascinación por las cosas chiquitas, que me gusta cómo están construidas. Se me dio por hacerles dibujos simples, buscando más bien el color.
«Mi día a día es venir al taller, buscar algún material para trabajar, papel, grafito, óleo. Trabajo mucho por eso que llaman ‘rachas’»
También me obsesiono con los materiales y soy muy de levantar cosas en la calle: soy un acumulador en vías de curación (risas) “.
El nombre de Eduardo Stupia reaparece en la conversación: “Una vez vi un documental suyo y me resultó totalmente impresionante lo que hacía. Dije ‘yo puedo volver a pintar y engancharme en esta onda’. Me gustaba la improvisación, lo gestual, me parecía también musical. De hecho quise estudiar con él, y curó una muestra mía. Él fue quien más me inspiró”.
Obras en venta de Sergio Bosco
