Fernando Poggio: un artista serial.
¿Qué hacer con la pintura después de tantos retornos
poco fructíferos de “la pintura”, en los últimos años?
Pero por más de que se haya desplomado varias veces,
la pintura vuelve, interminablemente, a seguir vigente.
Casi excluida de las últimas tendencias del arte contemporáneo
internacional, no aparece en las grandes vidrieras con propuestas que la renueven. Por esto ¿qué puede tener de innovador un artista que pinta? O, mejor dicho, ¿por qué pinta un artista en el siglo XXI?
En el trabajo artístico de Fernando Poggio (Buenos Aires, 1968) se encuentran todas las contracaras de aquello que diseña industrialmente para el uso cotidiano. Después de todo, el artista diseñador todo lo quiere controlar, hasta ese suspicaz intento de caos que pretende desencadenar en
la obra. Decimos intento porque, aunque lo probemos,
no podríamos llegar a un control absoluto del caos ya que quizás sería imprudente. Igualmente, Poggio se detiene rigurosamente en el borde del canvas, o del aluminio, porque le imponen los límites para retener la forma y, pese a todo, no hay descuido. En la simultaneidad entre el quehacer plástico y la inventiva del diseño, una complementa la otra en un arrebato frenético por compensar la destrucción con la construcción repetitiva. En eso yace la paradoja de un trabajo totalmente planificado y anárquico al mismo tiempo.
Poggio maneja dos soportes como el lienzo y el aluminio
y su innovación reside en pintar a través del anodizado sobre chapa de aluminio. El anodizado es un proceso electrolítico de pasivación empleado para incrementar el espesor de la capa de óxido en la superficie de piezas metálicas. Le adhiere esmaltes y tintas que prepara específicamente. En esto es un artista prácticamente único en el medio argentino aunque pinta sobre aluminio desde hace treinta años.
En la actualidad, la pintura realizada de manera digital se expone en pantallas de televisores o se mapea. ¿Poggio por qué no lo hace? Porque lo seduce el contacto físico con los materiales, probablemente. O, porque la indagación con distintas técnicas que debe accionar manualmente lo
representa más como un constructor. Todas estas son
cuestiones más inherentes a los sentidos que en lo virtual
se pierden. La materialidad se resiste ante la virtualidad. Sin embargo, un diseñador industrial manipula lo suficiente aquellos programas para lograr cualquier forma u objeto. Tan solo pinta para contrarrestar justamente todo lo que está obligado a hacer de manera digital y por esto un artista aún pinta en el siglo XXI.
Entonces ¿qué podríamos agregar sobre sus pinturas?
Qué son reiterativas y caóticas, respectivamente. Su búsqueda reside en el encuentro de “un patrón”, o pattern, y lo repite insistentemente hasta que lo agota. En efecto, nos encontramos frente a “un artista serial” cien por ciento.
Su obsesión es la repetición hasta el hastío de lo mismo hasta extinguir las posibilidades que, no obstante, continuarán siendo infinitas.
¿Dónde ubicarlo estilísticamente hablando? María Carolina Baulo en un texto anterior advirtió que sus obras tienen matices de expresionismo abstracto, “un eco de surrealismo” y algún vínculo conceptual. La realidad es que todo esto es posible en un estilo que se nutre de influencias lógicas en una amplia franja intermedia que se sitúa entre la abstracción y lo figurativo. Es un territorio en el que Poggio se mueve sinuosamente y en el que lleva el diseño a la pintura, Baulo también lo mencionó. En este sentido, es un indagador frenético que además de lo técnico, últimamente investiga en la escala. En algunos aspectos lo que hace es abstracto, por lo que no necesita estar argumentándolo conceptualmente porque, justamente, no lo preocupa. En todo caso, emplea el azar para iniciar el procedimiento de búsqueda del pattern. Y puede ocurrir que el pattern, en tanto que se convierte en un motivo a reiterar, surja por casualidad. En cualquier caso, su obra admite múltiples lecturas.
Su último diseño que, a la vez, no deja de ser obra de arte,
lo introduce en el universo del site specific con una
escultura transformable de acero inoxidable pulido espejo compuesto por 146 pirámides invertidas. ¿Qué busca Poggio con este tipo de obras? Conquistar el espacio. Obtener el movimiento. Distorsionar el volumen. Absorber y expandir los impactos de la luz natural y artificial. Pero, sobre todo, quiere atraparnos en el acertijo constante del cambio de la forma. Una táctica para desequilibrarnos y que, sin previo aviso, nos dejará frente a una nueva obra cada tanto.
Por: Eugenia Garay Basualdo