Hay algo de lo que los demás dicen de nosotros que nos empieza a construir y nos ayuda a definirnos. Un poco así fue la historia de Cynthia Cohen que desde que tiene recuerdo que está conectada con el arte pero llegar a decir que era artista vino mucho tiempo después.
Me siento reflejada con el universo Pop. Es mi forma de dialogar con la vida.
El universo de la pequeña Cynthia y su timidez pasaba por dibujar y dibujar, mientras el mundo sucedía a su alrededor. Gracias a su abuelo, que era un gran pintor, empezó a los trece años a asistir a talleres de arte. Era la más chica de la clase, pero no le importaba porque lo que más la apasionaba era dibujar. En estos días, vuelve a esos tiempos homenajeando a su abuelo en una serie de obras que reproducen sus cuadros (y su firma) al mundo contemporáneo del arte.
Mi rutina es venir al taller todos los días y trabajar.
Al terminar la secundaria, la idea de estudiar arte la asustaba, por eso empezó con Arquitectura, pero al año ya tomó coraje para dejar todo y entrar en la Prilidiano Pueyrredón, aunque estudiaba diseño gráfico por las noches. Durante esos años de universidad tuvo a sus dos hijas y ya cuando ellas eran chicas fueron apareciendo sus primeros trabajos en serie. “Fue un proceso bastante autodidacta. En esa época medio que cada uno hacía su camino… Hoy está un poco más señalizado todo”, detalla Cynthia.
El arte para mi es como uno vive la vida. La mirada que tengo de lo que pasa y lo que me rodea. Tiene que ver con algo muy orgánico en mí.
Desde los grandes maestros a los grandes conceptos, el arte pop siempre existe subyacente en su trabajo, y en su vida, que acaso fueran la misma cosa. La reproducción, el consumismo, los objetos, los cuestionamientos sobre el mercado del arte y sobre su trabajo y los cuestionamientos en general, son parte transversal de su obra. Que aparecen en forma de alhajas, flores, muñecos, animales, retratos, en fin, imágenes bellas.
Algunos objetos como las rosas o los anillos vuelven a aparecer en sus lienzos décadas más tarde. Como una oleada, según lo visualiza ella, algo que aparece de repente y ya está; ya llegó para quedarse. El sentido es otro pero la imagen es la misma. Sus procesos son intuitivos al cien por ciento. “Lo mío es más visceral”, nos explica mientras hace ese gesto con las manos sobre su abdomen. “Me doy cuenta de que mi vida está atravesada por el arte, desde mi mirada, mis amigos, mis intereses, la forma de elegir cada cosa… Es algo que integra todo”, detalla.
Después viene la reflexión y el pensamiento que desembocan en un sentido que se articula perfectamente con lo que ella es. Los por qué, los qué y los dónde, llegan con delay. Primero viene la acción.
En base a un trabajo constante, con rutinas que incluyen café a la mañana y música durante todo el día, desde su taller en Barracas las reproducciones a gran escala de objetos cotidianos también son una constante.
Porque el arte para Cynthia es un reflejo de cómo vive la vida, de su mirada de lo que pasa alrededor. “Tiene que ver con algo muy orgánico en mí. Hay algo de ese universo que lo empiezo a ver, sentir y percibir … Desde ahí yo puedo hacer algo, una obra, una idea o un proyecto”.